Bajo las estrellas - Travis White -

Las letras de una caligrafía mal hecha, garabatos con tinta azul deformes y pequeños se plasmaban al movimiento de su mano bajo la tenue luz de una linterna; Travis se echó con el pecho pegado al suelo bajo su cama esperando la hora de la cita, la mayoría de las personas en esa habitación dormían y no querían que se les molestara mientras se hundían en el sopor de sus sueños, ya lo había comprendido hacía mucho tiempo, aunque no exactamente por las buenas. ¿Qué podía hacer mientras la noche se consumía y llegaba el momento preciso? Se preguntó después de dos minutos de quedarse sentado mirando las formas oscurecidas que adornaban esa pieza pequeña. Entonces, lo decidió y de esta manera había terminado así. Componía una canción, otra canción más que se quedaría guardada hasta que el destino se le definiese o hasta que lograra hurtar por un momento alguna guitarra y pudiera darle vida.

¿De que se basaban sus composiciones? De metáforas que escondían la historia de una vida, su vida, aunque nadie lo sabía porque era difícil descifrarlas, ni siquiera él mismo lo sabía porque lo hacía de manera inconsciente; cuando la hoja, el bolígrafo y su mano se unía para hacer equipo su mente viajaba volátil muy lejos de allí, más lejos que la mayoría del tiempo. Por eso no se había dado cuenta de que las manecillas del reloj habían llegado a la posición que marcaba la hora indicada por su Selene. Tachó otra línea con fuerza incapaz de ocultar su frustración porque las palabras no fluían exactamente como él quería, sólo en ese momento se atrevió a levantar la mirada del papel y desviarla distraídamente en todas direcciones como si la respuesta fuera a aparecer mágicamente, pero en el momento que sus ojos llegaron al reloj, abrió mucho los ojos a causa de la sorpresa, como había pasado tan rápido el tiempo.

—No me estarás jugando una broma ¿Verdad? —le susurró amenazadoramente al reloj quien no le devolvió una respuesta.

Lo tomó como un no, y, alarmado se intentó incorporar pero su cabeza chocó contra la parte inferior de la cama produciendo un ruido tan fuerte como si dos rocas chocaran, alguien encendió la luz y Travis se mordió el labio inferior para no gritar, sus ojos se bañaron de lágrimas, ese golpe le había dolido y ahora su cabeza palpitaba desde la coronilla, sin embargo ya no tenía tiempo, se hacía tarde muy tarde. El muchacho se escabulló saliendo a toda prisa y se paró de un salto, ignorando los reclamos de sus compañeros, salió en un revuelo gritando un efusivo “lo siento”.

Corría escaleras arriba, saltando los escalones de dos en dos, sus pasos eran fuertes, pero calmó la prisa cuando se percató de que había un rastro de objetos comestibles naranjas con exceso de carotenos, sonrió feliz y se agachó para tomar uno, comerlo y tomar el siguiente, le gustaban los objetos comestibles naranjas, olvidó inmediatamente lo que tenía que hacer, la razón de sus prisas, hasta el dolor de cabeza y siguió el camino esperando que lo llevaran a un lugar bonito, siempre podía haber buenas sorpresas escondidas tras un camino comestible. Cuando las zanahorias se hubieron terminado y el chico llegó a su destino observó con ojos abiertos y soñadores el lugar percatándose poco después de que era el mismo al que su Selene lo había citado.

La encontró dormitando y se acercó a ella para observarla y ver sus sueños, la miró sin decir nada, sin atreverse a despertarla “a las personas no les gusta que interrumpan sus sueños” se recordó una vez más en aquella noche. Ni siquiera la llamó cuando de sus ojos cerrados un rastro brillante y cristalino se deslizó silenciosamente hacia sus mejillas, mojando las pestañas doradas de la chica, lucía como una doncella presa de una maldición, esperando a que su príncipe azul llegara y la salvara de aquella pesadilla de la cual era víctima día a día.

Selene entonces abrió sus ojos, las lágrimas saladas seguían allí, no eran una ilusión, eran reales pero no se atrevió a preguntar razones porque inmediato comprendió que ella quería guardarlo para sí misma, aunque él creía que contener dentro del alma los sentimientos era malo decidió que ese no era el momento oportuno. Travis hizo lo que mejor sabía hacer y sonrió ampliamente a su Selene esperando que ella lo hiciera también, le gustaba verla sonreír, no llorar, su sonrisa era como los bellos días soleados en la playa, sus lágrimas eran una tormenta.

—Lo siento, es que había un camino de objetos comestibles naranjas y pensé que me llevarían a Wonderland. —Comentó riendo; ahora que lo pensaba bien era imposible que la entrada al país de las maravillas estuviera en la azotea de Kuang— ¿Empezamos?

Lo único que Travis quería era divertirse y la idea de Selene prometía eso, le gustaban mucho las fotos, se le antojaba como un juego, sí… jugar a ser otra persona, como los actores y eso de vez en cuando era divertido. Siempre estaba dispuesto a hacer toda clase de locuras mientras no atentaran contra su vida y le ofrecieran a cambio una buena dosis de desaburrimiento.

Quería empezar cuanto antes solo porque la idea le gustaba mucho y necesitaba hacer algo antes de caerse dormido o convertirse en vegetal. Pero al parecer las intenciones de su Selene no eran las mismas, la vio alejarse de la cámara que se suponía era el instrumento con el que iban a jugar, la miró sin comprender exactamente lo que hacía, la vio dirigirse a la ventana y la observó en silencio para ver que hacia, estaba un poco confundido, pero entonces se aburrió de mirarla, ya la había visto antes y no tenía nada especial o nuevo para que quisiera mirarla todavía más, era de hecho, aburrido.

Se distrajo mirando un insecto que pasaba por ahí, ese si era interesante, tenía unas antenas muy curiosas y su andar era… bichoso. Lo siguió hasta que desapareció de su vista entre dos macetas que adornaban la azotea. Luego miró hacia otro lado buscando algo más para hacer porque Selene se demoraba mucho y pensó en irse de allí pero si lo hacía su amiga seguramente se pondría frenética y armaría otro de esos berrinches que a él le molestaban mucho porque siempre era él quien perdía.

Desvió la mirada al cielo, le sonrió a su madre la luna y observó las estrellas, empezó a contarlas… le gustaba hacerlo aunque nunca terminaba porque eran muchas y curiosamente ellas estaban en su contra y siempre aparecían más y más donde ya había contado antes, que malvadas y egoístas.

Iba en la 135 cuando un grito lo sacó de su trance, se sobresaltó y su corazón empezó a latir muy rápido cuando se dio cuenta de que se trataba de su Selene, era ella quien gritaba su nombre y pedía ayuda, primero miró a todos lados y no la vió, luego se acercó a la ventana y se rió al verla colgada de forma un poco ridícula, casi al borde de las lágrimas.

—Te vez fea—se rió todavía más de la situación de la joven.

Sacó sus brazos por la ventana y los estiró para alcanzarla pero eran muy cortos así que se estiró más sacando su torso y la tomó de ambas manos con fuerza para que no se le resbalara en el camino, si se caía la madre de ella lo iba a matar y le gustaba mucho su cabeza en el lugar donde la tenía. La trajo hacia él y cuando ya estaba por cruzar la ventana la rodeó abrazándola para poderla subir mejor, di un paso hacia atrás pero las agujetas de sus zapatillas estaban desabrochadas, pisó una y perdió el equilibrio cayendo hacia atrás.

Terminaron en una situación demasiado embarazosa con su Selene encima de él, sus manos sobre el trasero de ella y por segunda vez en la noche recibió otro golpe en la parte de atrás de la cabeza que volvía a dolerle más que nunca.

— ¡Que divertido! —exclamó rompiendo en una tremenda carcajada que se escuchó por toda la azotea.

A Travis no le gustaba que los magos fueran groseros con él, pensaba que no tenían ningún derecho y cuando a Selene se le ocurría ser grosera él simplemente se negaba a hacer lo que ella quería, así no funcionaban las cosas pensaba él, no había una necesidad de tratar mal a otras personas, ser amables bastaba pero de vez en cuando a su Selene se le olvidaban los modales como a la gruñona de su madre.

Se quedó un rato tirado en el suelo, poniendo su cabeza en orden, al parecer dos golpes en el mismo sitio le mataban varias neuronas y movían sus ideas de lugar. De pronto una luz cegadora le obstruyó la vista y lo hizo sobresaltar al mismo tiempo, era el flash de la cámara fotográfica, de esa manera recordó para lo que había venido, le sonrió a Selene en señal de aprobación, los gracias no eran malos y no lastimaban a quienes los pronunciaban.

-Nada te cuesta ser amable-mustió sin malicia encogiéndose de hombros.

Después de sonreír ampliamente se dirigió a un taburete donde habían colocado una guitarra eléctrica, sus ojos se iluminaron de pronto con una chispa de excitación, hacía mucho que no estaba cerca de una, la última vez que se había hecho de un instrumento había terminado torturado por el alumno de Trytian al que le pertenecía, esperaba que si la usaba un poco no corriera con la misma suerte. Levantó la guitarra y se la colocó en la posición correcta apoyando su pierna sobre el taburete, después varios flashes se dispararon continuamente contra él, mientras cambiaba de posición de vez en cuando. Luego de algunas cuantas fotografías sacadas se aburrió de eso y no contuvo sus ansias de hacer vibrar el sonido a través de las cuerdas metálicas, las afinó una a una con la ayuda de su oído que bien recordaba como debían sonar éstas, se quitó un cordón negro que llevaba colgado al cuello con una gastada plumilla color roja con negro. Entonces empezó a tocar el canon versión rock, la manera más genial en como podía sonar el canon, sintió el sonido de los acordes vibrando en su interior devorando el silencio en una melodía feroz, traviesa y divertida… similar a él, fue capaz de perderse de ese lugar, ese mundo que de pronto no le gustaba.
Cuando la melodía hubo terminado la azotea, Selene y la cámara fotográfica estaban ahí, no se habían ido; despegó la mirada de la guitarra para desviarla hacia la chica rubia, le sonrió ligeramente nervioso.

Spoiler:

—Lo siento, no me pude contener—dijo avergonzado… ¿Qué iba a pensar de él, que estaba loco? — Ehm… ¿Ya hemos terminado? —Dejó la guitarra a un lado y caminó hacia la muchacha. —Todavía no entiendo porque tenemos que hacerlo a media noche… porque no a cualquier hora del día o más temprano después de oscurecer.

Se rascó la cabeza intentando comprender.

Vio las fotografías de él mismo, para él eran solamente eso: fotografías. La parte divertida se encontraba en posar para ellas, eso era mucho más entretenido que picar un botón para que la cámara hiciera su trabajo, pero lo que veía en la cámara no le sorprendía para nada, no se iba a poner a saltar por algo que no era tan expectante. Aún así fingió mostrarse interesado cuando Selene le enseñaba su trabajo, de vez en cuando hacía una expresión de “oh”, su boca se abría ligeramente y también llegaba a decir “muy bien” con la mayor efusividad que le era posible, no quería herir los sentimientos de su amiga diciéndole que eso le parecía aburrido como observar un camarón.

Se percató de que la chica observaba algo en su brazo y esa fue una buena excusa para cambiar el tema, se miró, no se había dado cuenta que su escrito se le había quedado pegado en el brazo, por eso prefería usar un lápiz o un bolígrafo que esas cosas de tinta y plumilla, intentó leer lo que decía la canción pero no entendió nada y terminó riéndose por lo ridículo que se veía tratando de darle una vuelta de 180° a su brazo con tal de distinguir unas manchas borrosas de tinta azul.

—Nada más estaba pasando el tiempo, para no quedarme dormido y faltar a nuestra “romántica” cita de esta noche—sonrió, no entendió porque no quiso decir que escribía una canción sólo no lo hizo— Si lo que tocaba era el Canon de Pachelbel es mi melodía favorita…

Desvió la mirada al cielo preguntándose porque esa era su melodía favorita, se quedó observando a la que él llamaba como su madre, por supuesto que Travis sabía la respuesta a su pregunta pero quizás en el fondo tenía miedo y la ignoraba simplemente.

— ¿Por qué sigo aquí contigo? —Preguntó de pronto, aún sin despegar la mirada del cielo, su voz había adquirido el tonillo que usa un niño bastante inocente al preguntarle a sus padres como nacen los bebés, o por que el cielo es azul—Ya no soy un niño… pero sigo sin entenderlo.

Era raro que Travis se pusiera serio de pronto, normalmente se le conocía por ser increíblemente hiperactivo y de su boca normalmente salían incoherencias, probablemente esos golpes en su cabeza le habían devuelto a la realidad y le habían hecho entrar en una razón que se creía inexistente en el excéntrico muchacho.

[perdon por no haber entrado perdi la direccion xDDDD]

Escuchó la voz de su ama lejana como cualquier sonido de fuera, bien, en realidad no la escuchaba solo oía a la chica hablar y hablar con él, con la nada, no estaba seguro pues no estaba prestándole atención, su corazón latía fuerte dentro de él como si se hubiera encendido de pronto, al mismo tiempo que no sabía que hacer, por el momento aceptó la orden sin decir nada, en realidad los pensamientos que rondaban por su cabeza le impedían pensar en nada más o decir cualquier cosa, era un milagro que recordara como andar en dos pies, sus movimientos eran automáticos a la orden, así se dirigió como un robot a la salida y fue hacia la cocina de la cabaña de Kuang, preparó un emparedado con los ingredientes que le habían ordenado… queso y lechuga, amarillo y verde… eran bonitos colore cuando los combinabas, armoniosos y vivos, como una sonatina feliz.

Volvió a la azotea con el emparedado en una mano y el refresco en la otra, los colocó sobre una mesilla y volvió a mirar al cielo, después se decidió definitivamente, aunque tenía mucho miedo había algo que le impedía dar marcha atrás.

—Ya no quiero ser tu esclavo, me voy a ir. —dijo con tranquilidad como si hablara de algo de poca importancia—no quiero que me mandes hacer cosas feas ni que me pegues soy un venusiano no un animal…

Miró a Selene directamente a los ojos, él estaba hablando en serio, pero sonrió a la chica como acostumbraba sonreír.

—Podemos seguir siendo amigos. —no le estaba preguntando.

Apenas se inmutó cuando Selene le tiró del cabello con fuerza, se había acostumbrado aunque no le gustaba que lo hiciera, él no era un perro al que podía maltratar cada vez que se le antojaba, recordó entonces al gatito atrapado en la azotea y se dijo a sí mismo que solía tratar mejor a los animales que a él mismo, no siempre ella lo trataba mal o la madre de ella, pero seguía sin gustarle nada.

La miró escuchándola con atención guardando su mueca burlona para cuando terminara, en los ojos de Travis se veía todavía esa chispa infantil y divertida, como si hubiera borrado de su cabeza los horrores de su pasado, horrores que la rubia reflejaba en su mirada, en sus actos y en su voz, de los cuales hablaba como si supiera cuando en realidad no imaginaba ni un poco como era esa realidad para los muggles.

El muchacho sonrió, el cuento le gustaba, el chiste no era exactamente gracioso, pero había algo que le parecía divertido.

—Yo no soy un esclavo, soy un venusiano—afirmó con tanta determinación que cualquiera pudiera pensar que era verdad—mis hermanos están en Venus, es obvio así que no tengo que ir a buscarlos, ellos me están esperando—casi no aguantó la risa ante la ignorancia de el—y mi madre es la luna… en realidad me marcho porque ya me aburrí de que me trates como eso, un esclavo.

Se paró y palmeó a Selene en la cabeza como si fuera una niña inmadura.

—Deberías salir de tus fantasías, lo digo por tu bien. —Se encogió de hombros—pero en serio, podemos seguir siendo amigos, me agradas después de todo.

La escuchó atentamente y sintió algo extraño dentro de su pecho, como una punzada que le advertía peligro, además de un repentino desagrado hacia la chica que había llamado durante muchos años “su Selene” una chica a la que consideraba su mejor y única amiga, a veces no entendía porque era tan mala, solía ser diferente antes, pero ahora era como si su corazón bueno se hubiera podrido como una manzana mordida.

—Mis… mis padres murieron hace mucho—dijo en tono serio, hablando por primera vez de aquella noche, nunca había hablado de eso con Selene—yo lo vi, y mis hermanos corrieron la misma suerte después en el barco de los piratas, así que no me importa si los llamas y que me lleven con ellos, no tengo nada que perder porque nunca he tenido nada, lo único que creí tener se ha convertido en un monstruo feo… tú.

Intentó quitársela de encima, se quería ir de allí ya mismo, pero el poco cariño que todavía sentía hacia Selene le impedía empujarla y hacerle daño.

No obstante cuando le dio otra orden como si él fuera un ser de suma insignificancia sintió que una ira fuera de su control le poseía, Travis no quería vivir el resto de su vida amenazado por esa chica, ni sirviéndole como si él no valiera nada. El chico sonrió y asintió con la cabeza, le acarició la mejilla, y luego bajó sus manos hasta colocarlas en las caderas de la muchacha, una sensación extraña dentro de él de pronto le hizo olvidarse de sus intenciones, no obstante cuando la miró a los ojos una vez más volvió en si; le arrebató el palo de madera que siempre llevaba y con el que podía hacer cosas malas, la empujó tirándola al suelo y se puso de pie.

— ¡No! ¡Nunca más haré lo que tú quieras! —gritó y por último rompió la varita en dos.

Tiró los trozos de madera al suelo y salió huyendo, había tenido suficiente de “su” Selene, él se iba de allí. Bajó hasta su habitación y en una mochila metió sus pocas pertenencias; salió de la cabaña y corrió por la maleza a mitad de la noche, sin pensar realmente en lo que estaba haciendo.