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Mientras que en el mundo muggle se dio por iniciado el peor conflicto bélico hasta entonces nunca visto… ¿En serio creíste que el mundo mágico estaba sumido en la paz y la tranquilidad? Es indudable que éste siempre ha estado adelantado al muggle por una pequeña diferencia abismal: la Inglaterra Mágica jamás ha caído en la necesidad de iniciar una guerra contra la Alemania de igual índole, involucrando las vidas de miles de magos y brujas -aunque el motivo principal de esta paz internacional nunca ha sido la ausencia de pequeños y medianos conflictos. De cualquier forma no son los aspectos históricos los que ahora nos incumben. En el contexto mundial todo se ve calmo, pero si debemos concentrarnos en Gran Bretaña descubriremos que nada es lo que parece.
El surgimiento de las revoluciones siempre es más o menos el mismo: surgen desde un pequeño foco, discretamente, y se van extendiendo poco a poco, como un cáncer. Lógicamente se trata de extirpar o en su defecto ocultar, y si esto no es posible las autoridades están en un grave problema. Esto es lo que se está cociendo en Gran Bretaña, una revolución cuyo foco se concentra en la ciudad de Londres, Inglaterra.
Todo comenzó como una disputa a puertas cerradas dentro del Ministerio: el Wizengamot exigía más independencia del Ministerio en general, considerando que no debía inmiscuirse en su accionar. Gran parte de los integrantes –no todos, pues siempre hay fracciones leales al Ministro, más que al Ministerio- se oponían a la participación del Ministro en los juicios llevados a cabo por el tribunal. Sea, el asunto se trató con toda la legalidad posible y pronto quedó estancado; probablemente habría sido olvidado de no ser por la intervención de agentes sociales tanto miembros como ajenos al Wizengamot e incluso al Ministerio. La opinión pública pasó a ser sumamente relevante: algunos se sentían sumamente identificados con una u otra posición, otros eran simples alborotadores con deseos de hacer lo propio.
Cada quien puso su pequeño granito de arena: el resultado final fue una sociedad fragmentada, con opiniones divididas, muchas personas dispuestas a hacer oír sus opiniones y muy pocas a escuchar. El conflicto llegó a un punto extremo con la formación de dos movimientos, fuerzas o grupos –como prefieras llamarlos- opuestos: los meritorum y los odversi. Los meritorum son aquellos que se excusan bajo la idea de la defensa de los intereses del Wizengamot, sosteniendo que efectivamente los integrantes de éste poseen los suficientes méritos como para no necesitar de la regulación del Ministerio en su accionar; los más extremistas –y me temo que son la mayor parte- están de acuerdo en un desplazamiento del cargo del Primer Ministro para suplantarlo por el Wizengamot al completo, estableciendo una especie de aristocracia como forma de gobierno. Los odversi se oponen rotundamente a esto, pero debe quedar claro que ellos no son los buenos de la película: no solo abogan por la protección integral del Ministerio, sino también por la supresión del Wizengamot. Puertas adentro, en el Ministerio, el ambiente es por demás tranquilo: se simula, se intenta pretender que nada relevante ha ocurrido, pero lo cierto es que cada empleado, cada mago y bruja está adquiriendo una propia opinión al respecto, ya sea a favor de los meritorum, los odversi o simplemente una cómoda posición neutral.
El clima de incertidumbre y advenimiento del caos propició también el surgimiento de algunas pequeñas catástrofes: los magos y brujas problemáticos de siempre han aprovechado para hacer las suyas, y ni los aurores ni los desmemorizadores están pasando días muy agradables. Quienes trabajan en el Ministerio y por años han alimentado su necesidad de poderío, se encuentran en una propicia situación para obtener sus objetivos si logran jugar sus cartas de la manera adecuada. Y en cuanto a nuestros jóvenes magos y brujas, ni siquiera en Hogwarts han logrado escapar a la influencia de lo ocurrido.